«Todo hombre puede ser, si se lo propone,
escultor de su propio cerebro.»
Santiago Ramón y Cajal, médico español y Premio Nobel, conocido comúnmente como el padre de la neurociencia, ya hablaba hace más de un siglo de la capacidad que tenemos los seres humanos de modificar las estructuras y funciones de nuestro cerebro.
Hoy en día, numerosos estudios de resonancia magnética estructural realizados a personas antes y después de entrenamientos basados en Mindfulness mostraron que la práctica de Mindfulness (Atención plena) produce cambios beneficiosos en la plasticidad del cerebro:
1. La amígdala se hacía más pequeña (Hölzel et al., 2010) y su conectividad funcional con otras áreas cerebrales disminuye (Doll et al., 2016). Esta zona del cerebro es parte del cerebro emocional y participa en la respuesta de lucha o huida, el mecanismo que libera hormonas del estrés y está involucrada en las respuestas fisiológicas derivadas del miedo y la detección de peligros. Esto es especialmente relevante porque una amígdala calmada permite un mayor control de las funciones cerebrales superiores.
2. Se produce un engrosamiento de la corteza prefrontal (CPF), que está ligada a funciones cerebrales superiores como la conciencia, concentración, la planificación, resolución de problemas, regulación emocional y toma de decisiones (Cifre y Soler, 2014), al igual que un aumento de sus conexiones con otras áreas cerebrales (Doll et al., 2016).
3. Y también aumentan las conexiones neuronales en el hipocampo, que es la parte del sistema límbico que controla el aprendizaje y la memoria, Además, es altamente susceptible al estrés y a trastornos relacionados con él, como la depresión o el trastorno de estrés postraumático.
4. También se engrosa la corteza cingulada anterior, asociada a procesos de autorregulación, incluyendo la capacidad de controlar la atención y permitir una mayor flexibilidad cognitiva (Alonso Puig, 2017).
En resumen, la práctica de Mindfulness desarrolla conexiones en áreas del cerebro que permiten respuestas más reflexivas, dando tiempo a que esas otras áreas actúen modulando la reacción automática de estrés producida por la amígdala.
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Alonso Puig, M. (2017). Tómate un respiro. Mindfulness. España: Espasa.
Cifre, I. y Soler, J. (2014) Mindfulness y neuroimagen. El cerebro de las personas que practican.
Doll, A., Hölzel, B.K., Mulej Bratec, S., Boucard, C.C., Xie, X., Wohlschläger, A.M., Sorg, C. (2016). Mindful attention to breath regulates emotions via increased amygdala-prefrontal cortex connectivity. Neuroimage, 134, 305-313.
Hölzel, B. K., Carmody, J., Evans, K. C., Hoge, E. A., Dusek, J. A., Morgan, L., Pitman, R. K., Lazar, S. W. (2010). Stress reduction correlates with structural changes in the amígdala. Social Cognitive and Affective Neuroscience, 5(1), 11-17.
Kabar-Zinn, J. (2016) Vivir con plenitud las crisis. Como utilizar la sabiduría del cuerpo y de la mente para afrontar el estrés, el dolor y la enfermedad. Barcelona. España. Kairos